miércoles, agosto 13, 2008

Sobre la necesidad de un amor desesperado (IV)

Aquí es donde el asunto se torna interesante, según yo cuando menos, ja ja ja. No me parece que sea lo que gustan llamar una aporía, ni una situación que desafíe a la razón, se trata de la posibilidad de pensar, y en este caso de sentir las cosas en más de un ámbito. No hay contradicción en facetas de las cosas cuando estas no se repelen en su esencia unas a otras.

IV ¿Un amor desesperadamente sereno?

Pero ya ubicados en el amor sereno, sólido, consistente, sensato, no sólo racional sino además razonable, teniendo a nuestro lado a una persona con quien no sólo queremos vivir hasta el fin, sino además gestar grandes proyectos, gozar con sus satisfacciones y confortarle en sus aflicciones, pudiera ser la naturaleza abyecta mía y de otros parecidos a mi, y sólo quienes hayan sentido algo así sabrán con precisión a qué me estoy refiriendo – aunque en realidad considero que todos, en tanto que todos son susceptibles de ser codiciosos- pudiera presentarse una pregunta, que muy probablemente reconocería como origen en la inseguridad propia: ¿Será ese amor que profieren por mi algo más que lo correcto?, ¿será además desesperado, intenso, efervescente? Primeramente hay que considerar que el amor sereno de la madurez no está peleado irreconciliablemente con la efervescencia; cierto, la ebullición no puede durar para siempre, pues según científicos anónimos en un dudosamente documentado programa de televisión -es decir según la creencia popular posmoderna- si el hombre amara extasiadamente demasiado tiempo moriría, pero la cuestión aquí no es morir de amor, simplemente saber si uno como objeto de amor sereno es algo más que una buena elección, si uno es o ha sido concebido como causa eficiente de un sobresalto vital, como un climax en la vida emocional del otro, es decir, saber si te he hecho hervir la sangre... En segundo término, hay qué considerar que uno puede estar cierto de que tal cosa -la conciliación del amor razonado, pleno, digno y la ebullición de la sangre- es posible a partir de la experiencia propia, del hecho de que dos o tres veces discretamente uno ha tenido qué recoger el corazón que se le salió del pecho por la emoción de ver a quien ama desesperada pero serenamente, y que más discretamente ha debido –aunque no necesariamente lo ha hecho- guardarse alguna fisura que el trastabillar natural del objeto de su amor le ha implicado.


And when your fears subside

And shadows still remain

I know that you can love me

When there's no one left to blame

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