miércoles, febrero 04, 2009

La Lógica y el justo ejercicio de la razón

Por alma humana en este caso es menester entender el organismo complejo del que los hombres están dotados al existir en el mundo, con sus facultades completas y funcionales. En este sentido, el hombre está compuesto por tres dimensiones, una física, una emotivo-imaginativa y la razón.
La distinción puede parecer arbitraria, pero es suficiente para ubicar el objeto de estudio que más nos concierne en este caso: La razón.
Caracterizando primeramente la tripartición antes descrita encontramos como una verdad evidente que todos los hombres tienen un cuerpo, que existen en una dimensión física. La dimensión física del existir es distinta de la emotivo-imaginativa: Nadie puede mostrar sus sueños, nadie puede hacer propiamente ostensibles sus sentimientos. En la intimidad de la conciencia, además de la imaginación y las emociones existe la razón.
Las partes involucradas en la constitución de un alma humana están íntimamente interrelacionadas, es decir, a un juicio racional le acompaña una cierta emoción propia de los valores depositados en el asunto que se juzga; al dolor físico le acompaña un apesadumbramiento emocional; quien no tiene condiciones físicas suficientemente solventes, digamos nutrición, tampoco suele ser un gran razonador...
Dadas condiciones suficientes para satisfacer un organismo humano sano, podemos distinguir, que hay cosas que percibimos como ciertas sin que haya un atisbo de interferencia de las otras dimensiones involucradas, es decir, podemos hacer deducciones racionales con plena certeza no obstando nuestro estado emocional... Podemos distinguir nuestras emociones de nuestros razonamientos, nuestros deseos de nuestras conclusiones, nuestros apetitos de nuestra voluntad.
La razón es una facultad que opera a distintos niveles, la racionalidad y la razonabilidad. La racionalidad es la parte sistematizadora de la razón, la que ve cuestiones computables, encuentra los elementos a partir de los cuales pueden derivarse inferencias deductivas.
Los distintos tipos de inferencia van relacionados con la información con que contamos para inferir: Si tenemos información suficiente es posible deducir; sobra decir que de lo contrario no, lo interesante es que utilizamos esquemas semejantes al de la deducción cuando tratamos de aproximarnos a una conclusión correcta sin elementos para deducir.
Cuando ejercemos correctamente los mecanismos de deducción y llegamos a un error es menester que la razón eche mano de esa otra modalidad de operación, la razonabilidad.
Nadie puede escoger equivocarse, si alguien presumiera que escogió equivocarse, cometer un error, en realidad al escoger el error habría acertado; el hecho es que nos equivocamos, y para saber que nos equivocamos debemos ser capaces de retrotraer la razón sobre sí, volcarla a un autoanálisis que redundará en nuevas herramientas racionales más pulidas, más agudas, más sofisticadas, pero no necesariamente.
Llevo tiempo diciendo eso, lo interesante es darle sustento. Tal sustento a mi juicio se encuentra en una visión de la Lógica suficientemente solvente para sustentar el paso del ejercicio de la racionalidad a la razonabilidad, así como el proceso de establecimiento de la racionalidad a partir de la sensatez. Una ciencia que estudia los actos de la razón en contraste con una disciplina de la correcta inferencia deductiva.
Se habrán de explorar entonces algunos de los hitos en la historia de la Lógica, siendo las primordiales directrices la Lógica a partir de la revolución Fregeana y su contraste con la Lógica Aristotélica, buscando enfatizar los alcances de la deducción por parte de la primera y la flexibilidad y versatilidad que la segunda implica a)por la relevancia discursiva, b) por las consideraciones ontológicas que implica y c) por la dimensión retórica que considera.
Hacer una caracterización decorosa de los elementos mencionados y arrojar conclusiones que aporten algo de interés a la materia es trabajo suficiente para tres años.
Furia albañil... parece que he despertado.

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